ALERTA SPOILERS
A decir verdad, Ronnie Coleman nunca hizo uso de su título de contable para ganarse la vida, pero indiscutiblemente los números siempre han formado parte importante de su vida.
Sus 8 títulos consecutivos de «Mr. Olympia» que consiguió como el mejor culturista del mundo, los 362 kg que levantó 2 veces en sentadillas, las medidas imposibles de su pecho (150 cm) o brazos (61 cm).
Pero ahora, chico, ahora los números son deprimentes de verdad: esas 5 pastillas de 30 mg de oxicodona (analgésico opioide muy potente y ponte finalmente adictivo) que masca todos los días, las 10 operaciones de cirugía en su espalda y caderas que le obligan a reaprender a caminar todos los años, las dos muletas que necesita para ir a cualquier parte…
La caída de Coleman desde el puesto de mejor y más grande culturista de la historia a la cáscara del hombre que redefinió este deporte ha sido documentado y ahora es posible verlo en un documental desde la plataforma Netflix: Ronnie Coleman The King Y resulta muy jodido verlo. Es duro.
Sus rivales usan frases como «no había nadie con el que lo pudieras comparar», «simplemente; no era humano», «este tío parecía extraterrestre» y «la carne le colgaba de la espalda» para describir al hombre nacido en Luisiana en su apogeo.
Pero ahora la historia es muy diferente ya que está pagando el precio de todo el tremendo estrés físico que le impuso a su cuerpo durante décadas y, por cierto, sigue entrenando todos los días de madrugada.
El documental titulado Ronnie Coleman: The King dura una hora y media (1h 33 min.) y nos cuenta el paso humilde de Ronnie por todos los deportes universitarios (que dominó) hasta llegar al mundo del fisicoculturismo.
Big Ron nos cuenta en primera persona como no encontró trabajo como contable después de graduarse, que su primer trabajo fue en un «Dominos Pizza» donde intercambiaba Pizzas por «Woppers», como terminó siendo Policía en Tejas donde usaba el gimnasio del cuerpo para añadir kilos de músculo a su ya espectacular físico.
Por entonces, un dueño de un gimnasio local (sucio, oxidado y muy asqueroso) de Arlington se fijó en él y le ofreció entrenar gratis en su local prometiéndole que lo convertiría en un profesional del deporte.
Así pues, le dio a los hierros de lunes a sábado, a pesar de trabajar a jornada completa en la policía y después de debutar en 1992 dejó al mundo boquiabierto al dejar muy cabreado al favorito (Flex Wheeler) en el Mr. Olympia de 1998 que se disputó en Nueva York.
«Me siento mal por la gente que no tuvo la oportunidad de ver en persona cómo era Ronnie en su plenitud,» comenta Wheeler en el documental de Netflix. Las fotos y los vídeos no hacen justicia a la electricidad que se sentía en el ambiente cuando competía o simplemente cuando posabas los ojos en esa persona».
Shawn Ray también dice un par de cosas interesantes durante el documental: «Ronnie Coleman tenía cosas en el cuerpo que no habíamos visto nunca antes en un Mr. Olympia y que probablemente no veamos en un Mr. Olympia de nuevo después de él.»
Coleman revolucionó el deporte al mantener la simetría y compensación al mejor nivel barriendo a todos con su increíble tamaño.
Su ceceo a lo Mike Tyson, su carácter despreocupado y sus frases «coletillas»: «light wieght baby» y «yeah buddy» lo convirtieron en el favorito de los fans.
«Ronnie simplemente lo tenía todo» dice Jay Cutler (2 veces Mr. Olympia) «Era más grande que nadie. Estaba más seco que nadie. Y le importaba una mierda. Llegaba al escenario y su actitud era como ‘Estoy aquí, dadme mi título y me voy de aquí con él'».
Sí, Arnold Schwarzenegger llevó al deporte a un nivel mundial en los 70 pero los pesos que Coleman levantaba estaban a otro nivel.
«Ronnie levantaba las pesas que estaban arrinconadas lejos en el gimnasio, las que estaban polvorientas» comenta Ray, «las que nadie ni siquiera se imaginaban moviendo de sitio. Y él lo hacía con relativa facilidad, sacando repeticiones.»
«Yo quería entrenar con Ronnie», añade Chris Cormier, con media sonrisa. «Quería ver como de intensa era su ética de trabajo. Pero después de entrenar te sentías como si te hubieran dado una paliza».
Coleman ganó 8 títulos consecutivos de Mr. Olympia antes de ser destronado por Cutler en 2006.
Dejó de competir unos años después y no mucho más tarde empezó a sufrir de lesiones crónicas en sus caderas (ambas remplazadas) y su espalda baja.
…De hecho, es su octava cirugía la que se documenta en la película. En este punto ha tenido tantas en su espalda que los médicos se ven forzados a llegar a la espalda desde el abdomen, teniendo que abrir y remover los intestinos.
«En una escala del 1 al 10, el dolor que siento es un 9 o 10» nos comenta Coleman con media sonrisa desde la pantalla. «He sentido tanto dolor por tanto tiempo que ahora ya estoy acostumbrado».
A pesar de esta vida en agonía vemos en la película como Ronnie con 54 años de edad sigue yendo al gimnasio todos los días a las 4.30 de la mañana.
El Dr. Michael Hisey, cirujano ortopédico en el Texas Bank Institute, describe la condición de Coleman como «estado avanzado de degeneración» como resultado «todo el peso que la espalda ha llevado y movido durante los años».
Pero no le dice a Coleman que deje de entrenar. «Es para lo que vive, así que simplemente estamos cuidando de él», dice el buen doctor.
«Si tuviera que pensar solo en su espalda, diría que entrenar no es lo mejor que pudiera hacer, pero para su bienestar mental general, creo que necesita seguir entrenando».
Parece como si el documental quisiera dejar muy claro que es responsabilidad de Coleman cómo está hoy en día, pero también se muestra el gimnasio donde ha estado entrenando los últimos 30 años; una pocilga, lleno de mierda, totalmente anticuada.
«Entrenaba en una mazmorra», Glazer se sincera en el documental. «Yo lo llamaría una pocilga asquerosa».
Pero Colmena defiende el gimnasio adjudicándole el mérito de su éxito: «Te acostumbras a ciertas cosas y no las quieres cambiar. Porque han funcionado para ti».
Dobson (el dueño del antro) admite que su gimnasio ha sufrido de críticas de la comunidad culturista por sus técnicas de entrenamiento y que el deterioro de Coleman es preocupante.
«Lloré la primera vez que lo vi. Para mí su fuerza era sobrenatural. Estaba tan por encima y alejado de todos los demás, fue duro verlo así. Especialmente cuando le fallaron las caderas y tuvo que usar muletas. Fue muy duro para mí».
Después de su más reciente operación en septiembre de este año, Coleman le dijo a sus 2.8 millones de seguidores en Instagram lo emocionado que estaba de poder volver a andar.
«Dos días después de la cirugía y es un milagro que pueda andar» escribió en su perfil de Instagram. «Estoy alucinando porque, después de los mismos resultados y la misma cirugía te acostumbras a no poder caminar, te lo esperas casi».
Pero su vida no es en ningún sentido un completo desastre. Está felizmente casado y tiene 4 hijos, ha empezado una compañía de línea de productos de suplementos deportivos que le reportan 15 millones de dólares todos los años lo que le permite viajar por todo el mundo para asistir a eventos deportivos de su sector.
En boca de Ray «No puedo sentir lástima por Ronnie Coleman, porque él sabía que había un precio que pagar por lo que estaba consiguiendo. Él diría que lo volvería a hacer. Si me preguntaran a mí, diría que es una estupidez. Nunca lo haría. No querría ni uno solo de esos trofeos para terminar con el cuerpo de Ronnie a los 53 o 54 años»
«Es triste» dice Cutler. «Es un golpe duro para mí porque yo estuve a su lado, y luché contra él y lo admiraba, por cómo entrenaba y algunas veces pensé ‘tío, ojalá pudiera hacer eso’. Ahora le veo y pienso, ‘¿Dónde falló?’ No voy a saber la respuesta porque Ronnie no va llorando ni lamentándose de nada… No se va poniendo excusas.»
«Me da pena que pasara, pero no creo que Ronnie se lamente, ya que hizo lo que tenía que hacer para ser el mejor culturista de todos los tiempos. Y se le recordará en la historia por ser el mejor culturista de todos los tiempos.»
En cuanto a Ronnie Coleman, sí que se arrepiente de una cosa: «Tío, tenía que haber intentado hacer más repeticiones con aquellos 360 kg en sentadillas, seguro que podría haber hecho 4 o 6 más».
El documental deja un regusto triste y melancólico… Algo que en Inquebrantables no nos esperábamos. Ahora, toca esperar el Biotopic de Joe Weider.
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